Todas las personas experimentamos cambios en nuestras vida. Algunas los experimentan todos los días, a otras les gustaría cambiar pero no logran abandonar viejas costumbres.

¿Qué hay en ese mito de la transformación que interesa a tanta gente? ¿Por qué para algunos es una liberación, y a otros, por el contrario, se les ponen los pelos de punta con solo oír la palabra? ¿Por qué nos dan miedo los cambios?

El mayor impedimento para cambiar es el miedo: el miedo al peor de los casos posibles, a la pérdida de prestigio y aprecio, al fracaso, el miedo a la inseguridad financiera y a la inseguridad en general. Hay muchísimas razones que nos hacer temer los cambios. Pero en definitiva se trata de que suponemos la existencia de amenazas que no nos creemos capaces de superar.

La causa del miedo radica en el tallo encefálico y es connatural a la evolución de la humanidad. Esa parte del tronco cerebral tiene la función de protegernos y es la que, en otra época decidía si huíamos, nos quedábamos paralizados o luchábamos. Es un proceso que no percibimos conscientemente, ya que se produce en el subconsciente. El miedo en sí es un sentimiento que nos ayuda a sobrevivir, una intuición que nos ayuda a prestar más atención en aquellas situaciones en las que nos sentimos inseguros.

El miedo a lo nuevo se debe a que no sabemos que nos deparará el futuro. Con lo acostumbrado nos sentimos bien. Los seres humanos anteponemos la seguridad y preferimos la referencia de comportamientos conocidos, pues así tenemos menos probabilidad de cometer fallos. Lo nuevo nos resulta amenazador, ya que no sabemos si nuestras habituales pautas de comportamiento serán efectivas. Y es que nuestra actuaciones y reacciones se suelen basar en lo que ya hemos experimentado, en lo que ya conocemos.

En el mundo en el que vivimos todo es volatil, nada es estable. No podemos pensar que todo es para siempre, un trabajo, una relación, una amistad, un puesto, todo puede cambiar sin siquiera darnos cuenta de ello.

El comportamiento humano se ve influenciado por diferentes estrategias de motivación. Las personas proactivas actúan por iniciativa propia, mientras que las reactivas suelen delegar sus decisiones a otros. Algunas veces los cambios son inherentes a nosotros, otras veces somos nosotros quienes debemos tomar riendas de las acciones para que sucedan.

Siempre se debe tomar en cuenta que los cambios no sólo afectarán a usted como persona, se debe prestar atención a las consecuencias en su entorno. Tenga en consideración que muchos se resistirán a perder la persona a la que están acostumbrados. La decisión es sólo suya: usted es capaz de alcanzar (casi) todo lo que se proponga, pero todo tiene su precio. Adquiera rasgsos de persona exitosa para que los cambios le resulten más fáciles. Tome como prioridad su felicidad.

La vida es avanzar, da igual como lo hagas siempre que no pares. Siempre es buen momento para lanzarse a la aventura. Siempre es buen momento para hacer giros, para tocar otra nota totalmente diferente o hacer planes improvisados, siempre es buen momento de abrir los ojos y ver las cosas como nunca antes, de respirar hasta llenarse, de pensar hasta hartarse. La vida es sentir, llorar, reir, amar, y hay que hacerlo sin planearlo.

Es necesario levantarse cada mañana y creérsela, creer que sí se pueden hacer las cosas diferentes. Vivir con miedo es vivir a medias y nadie sabe lo que puede pasar hasta que vayas y lo vivas. No tengas miedo de hacer olas algunas veces sólo por ser tú mismo. La luna lo hace todo el tiempo.

Gracias por leer!

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Foto de portada por Adrià Tormo en Unsplash.

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