Nuestro sistema de valores está descompuesto.
Decimos que usted es valioso si es hermoso o tiene una figura escultural, decimos que usted es valioso si puede producir, decimos que usted es valioso si puede hacer una buena jugada en fútbol o producir música pegajosa. Usted es valioso si su nombre comienza con un «Dr.» o tiene un «Ph.D» al final. Usted es valioso si gana un nutrido salario mensual y posee un espejo que simula el éxito financiero.
Hermoso sistema, ¿verdad? ¿Dónde deja a todas las personas que no cumplen con los idealismos de belleza? ¿Dónde deja a todos aquellos que no tienen acceso a la educación? ¿Dónde coloca a los viejos o los minusválidos? ¿Qué esperanza ofrecemos al niño que todavía está por nacer? No mucha, después de todo. Llegamos a ser números sin nombre, listas extraviadas. Con estas premisas, es difícil hallar significado en un mundo enjaulado. Entonces: ¿Cuál es el valor de la persona?
Algunos buscan importancia en una carrera. Optan por ser una «obra» humana en lugar de un «ser» humano. Son lo que hacen; por consiguiente, hacen mucho. Trabajan muchas horas porque si no lo hacen, no tienen identidad.
Otros son lo que tienen. Hallan importancia en un nuevo automóvil, una nueva casa o nueva ropa. Estas personas son buenas para la economía y rigurosas en el presupuesto porque siempre buscan significación en algo que poseen.
Algunos prueban con deportes, entretenimientos, cultos, relaciones sexuales y cualquier cosa imaginable.
Pertenecemos a una sociedad en donde el capitalismo lo embarga todo y muchas veces la gente cree que vale por lo que tiene, dejando de lado la importancia de lo que realmente significa el valor del ser humano. Todos los espejismos en el desierto del propósito. ¿No deberíamos enfrentar la verdad? En el mejor de los casos somos animales más desarrollados. En el peor de los casos somos polvo cósmico reestructurado.
Nuestro sistema de valores está descompuesto y damos prioridad a cosas materiales, pero parece ser que así somos los civilizados, somos todos unos cobardes. Los grandes hombres jamás miran el exterior de una persona, sólo observan su corazón.
Al fin de cuentas, por mucho que un humano valga nunca tendrá valor más alto que, precisamente, ser humano.
Gracias por leer!
Para este escrito me inspiré en el libro En manos de la Gracia de Max Lucado
Foto de portada por Neon Brand en Unsplash.
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